Hace unos años, el señor Mikel Primigenio -gurú de la cultura underground- me pidió que colaborara en la sección «Los 5 imprescindibles» de su web Cosmic Tentacles. En dicho apartado, los músicos invitados elegían 5 discos imprescindibles para ellos justificando su elección. Siempre me ha gustado leer a músicos hablando de música, ya sea para conocer mejor sus influencias o para descubrir grupos nuevos. Como la web se desintegró en el cyberespacio, me ha parecido interesante rescatar mi selección para los curiosos, ahí va:
Cocteau Twins – Head Over Heels (1983)
Cocteau Twins han sido el último unicornio de la música, las melodías de Guthrie y Fraser no se parecen a nada que haya escuchado. Sus canciones siempre me sobrecogen, si tuviera que elegir un grupo preferido serían ellos. Su nube de etéreos sonidos reverberados me envuelve en un estado de animación suspendida que me hace olvidar los gritos de mis vecinos, el hilo musical de Mercadona y los atascos en Negociudad. Este disco fue el primero suyo que escuché y a día de hoy sigo experimentando la misma sensación de hipnosis, absorbido por esa onírica espiral de belleza discordante, pretérita e ignota. Gracias a ellos me dejé arrastrar por las corrientes del dreampop y el shoegaze, de las que todavía no he podido salir.
Ennio Morricone – Once Upon A Time In America (1984)
El legado musical de mis padres se reduce a un par de cassettes de vital importancia: el “Tango In The Midnight” de Fleetwood Mac y un «varios» con canciones de Ennio Morricone que escuché de pequeño hasta la saciedad viajando en coche, en el que el paisaje ponía imágenes a temas de películas que no había visto como “Once Upon A Time In America”, “Giù la testa” o “Exorcist II”. Más mayor me aficioné mucho al cine, vi todas aquellas películas y las canciones cobraron un nuevo sentido audiovisual. Cómo músico, gran parte de mi atención cuando veo películas está en la banda sonora y me gusta escucharlas fuera de contexto para activar sinestesicamente las imágenes en la memoria. Las bandas sonoras unen dos mundos que me apasionan y que me han llevado a otros grandes maestros como Bernard Herrmann, Jerry Goldsmith, Howard Shore o a los trabajos de género perpetrados por Goblin y John Carpenter; pero de todos, Morricone es el único que me saca las lágrimas.
Napalm Death – Fear, Emptiness, Despair (1994)
Siento máximo respeto hacia los papis del grindcore, pero no es la faceta desatada la que más me gusta de su carrera. “Fear, Emptiness, Despair” es su disco más oscuro, tanto a nivel de sonido y composición -con esos medios tiempos abrasivos y disonantes que inundan el disco- como de aceptación, ya que a los puristas no les gustó un pelo que aflojasen el acelerador. Pero ellos siempre han abanderado sus inquietudes musicales y fue a mediados de los ’90 cuando empezaron a experimentar incorporando influencias de grupos que adoraban -al igual que un servidor- fuera del espectro extremo como Sonic Youth, Killing Joke, Swans, Helmet o Godflesh; lo que les llevó a facturar mi santísima trinidad de su discografía junto con “Diatribes” e “Inside The Torn Apart”.
The Cure – Disintegration (1989)
Aunque trillados y convertidos en una caricatura de sí mismos a efectos de una sobre explotación popular, The Cure es un grupo que siempre me ha acompañado desde muy pequeño cuando veía aterrado y maravillado sus videos en la MTV. Fue “Disintegration” el disco que hizo diana en mi melancólica personalidad con sus densas y lúgubres atmósferas cargadas de teclados majestuosos. La incontinencia creativa de Robert Smith se esparce a lo largo de una extensa discografía repleta de canciones mayúsculas, amén de una gran colección de rarezas y caras B -muchas veces mejores que los singles- que hacen que The Cure siempre sumen puntos extra. Además este disco fue el punto de partida en mi incursión hacia el postpunk, uno de mis géneros fetiche, por el que descubrí a nuevos favoritos como The Chameleons, The Sound o The Comsat Angels.
Swans – White Light from the Mouth of Infinity (1991)
La producción y arreglos de este disco me vuelven loco. Fue “Failure” la primera canción que escuché de Swans, la cual me dejó helado pensando: “esto va en serio”; y es que la honestidad que destilan Michael Gira y los suyos es un valor en alza dentro de un mundillo de pose fotográfica, falsa rebeldía rock y estrategias comerciales para llenarse los bolsillos de dinero, el ego de fama y la nariz de cocaína. Swans se erigen como un grupo directo y visceral que ha sabido evolucionar experimentando sin perder su identidad y siempre conservando ese halo dramático, intenso y profundo en sus canciones. Posteriormente devoré toda su discografía en un oscuro viaje hacia los adentros del alma, desde sus abrasivos comienzos hasta la etapa más acústica, pasando por todas las manifestaciones de Michael Gira tanto en solitario como con The Angels Of Light o World Of Skin, siempre maravillado de la elegancia y calidad musical en todas sus encarnaciones.
Baterista profesional, profesor de batería y director de combo desde 2004.